viernes, 30 de enero de 2009

Y uno aprende

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Después de un tiempo,
Uno aprende la sutil diferencia
Entre sostener una mano
Y encadenar un alma,

Y uno aprende
Que el amor no significa acostarse
Y una compañía no significa seguridad
Y uno empieza a aprender ...
Que los besos no son contratos
Y los regalos no son promesas
Y uno empieza a aceptar sus derrotas
Con la cabeza alta
y los ojos abiertos

Y uno aprende a construir
Todos sus caminos en el hoy,
Porque el terreno de mañana
Es demasiado inseguro para planes ...
Y los futuros
tienen una forma de Caerse en la mitad.

Y después de un tiempo
Uno aprende que si es demasiado
Hasta el calorcito del sol quema.
Así que uno planta su propio jardín
Y decora su propia alma,
En lugar de esperar
a que alguien Le traiga flores.

Y uno aprende
que Realmente puede aguantar,
Que uno realmente es fuerte,
Que uno realmente vale,
Y uno aprende y aprende,
... Y con cada día uno aprende.


Jorge Luis Borges

jueves, 22 de enero de 2009

EL poder de la Intenciòn



Por Brian Tracy

Cualquier creencia se puede hacer realidad si es sincera y apasionada. El ser humano actúa siempre de un modo coherente con sus creencias, sobre todo con las que se refieren a sí mismo. En este sentido, rechazamos la información que contradice lo que ya hemos decidido creer, tanto si nuestras propias creencias y prejuicios se basan en hechos reales o en la fantasía. No hay peores creencias que las autolimitadoras, aquellas que genera usted mismo cuando se considera incapacitado para algo. Así, por ejemplo, podría pensar que posee menos talento que otros o que los demás son, de algún modo, superiores a usted; o también podría haber caído en la trampa, muy habitual por cierto, de venderse por debajo de sus posibilidades o de su auténtica capacidad. Las creencias auto limitadoras actúan a modo de frenos de su potencial, le retienen, alimentan los dos grandes enemigos del éxito personal -la duda y el miedo-, le paralizan y hacen que vacile a la hora de asumir riesgos inteligentes, necesarios para el pleno desarrollo de sus genuinas capacidades.
Para progresar, para evolucionar hacia adelante y hacia arriba en su vida y en su profesión, debe desafiar continuamente sus creencias autolimitadoras; rechazar cualquier idea o sugestión relacionada con sus propias limitaciones; y aceptar como principio fundamental que usted es una persona sin límites, capaz de hacer todo lo que han hecho los demás. En realidad, nadie es mejor que usted ni más inteligente que usted. Si a otros les van mejor las cosas se debe, en gran medida, a que han desarrollado más su talento y sus capacidades naturales, y a que han estudiado y aplicado las leyes de la causa y el efecto a su vida antes que usted. Es muy probable que pueda hacer todo lo que haya hecho cualquier otro individuo, siempre dentro de unos límites razonables. Todo lo que se espera con confianza se convierte en una profecía infalible. Nuestra manera de pensar y de hablar sobre el futuro de las cosas nos convierte en adivinos en nuestra propia vida. Cuando se espera y confía que ocurra algo positivo, casi siempre se hace realidad, mientras que cuando se esperan cosas negativas, el destino no suele defraudarnos. Las expectativas tienen un efecto extraordinario en quienes nos rodean. Lo que esperamos de la gente y de las situaciones determina, más que cualquier otro factor, nuestra actitud hacia ellas, devolviéndonos nuestra actitud, positiva o negativa, como si se tratara del reflejo de un espejo.En su vida personal, sus expectativas respecto a lo que le rodea e incluso su futuro tienden a cumplirse y ejercen una poderosa influencia en la gente y en los sucesos, tanto para bien como para mal. El ser humano es un imán viviente que atrae invariablemente a la gente, a las situaciones y a las circunstancias que están en armonía con sus pensamientos dominantes. Esta ley explica la mayoría de los éxitos y los fracasos en la vida; es tan poderosa, penetrante y omnipresente que influye en todo lo que hacemos o decimos e incluso en lo que pensamos o sentimos.Todo lo que tiene en la vida, ha conseguido atraerlo hacía sí gracias a su modo de pensar y a su forma de ser. Y dado que puede cambiar estos dos factores, es decir, la forma de pensar y la forma de ser, puede cambiar también su vida. Seguro que habrá oído decir en más de una ocasión: «Dios los cría y ellos se juntan» o «Los deseos se cumplen». Son diversas formas de expresar la ley de la atracción. Los pensamientos son muy poderosos, constituyen una especie de energía mental que viaja a la velocidad de la luz y son capaces de superar cualquier obstáculo. Ésta es la razón, por ejemplo, por la que se puede pensar en una persona, a veces desde una gran distancia, y un segundo después, suena el teléfono.... ¡esa persona al habla! Los pensamientos han establecido contacto con ella.

viernes, 16 de enero de 2009

Amores de medias tintas


por Silvia Mago


Recientemente tuve un encuentro con una amiga y -una vez hecho recuento de cómo andan los asuntos de la familia, del trabajo, los amigos comunes y otros tantos- abordamos el tema que suele surgir cuando dos mujeres muy amigas se reúnen y se hacen la típica pregunta: ¿y cómo están tus cosas con…?Al completar el reporte, me hizo un comentario que me quedó dando vueltas en la cabeza, no tanto porque fuera la primera vez que lo escucho de su parte y de otras mujeres, sino porque la coincidencia me lleva a pensar que esa idea pareciera formar parte de una creencia femenina que está muy arraigada en la mayoría de nosotras y que nos hace conducirnos como lo hacemos. El comentario en cuestión se refiere a la conveniencia que tiene para la relación amorosa el hecho de que el otro no se sienta tan seguro del amor que le tenemos; es decir, si dejamos que el gusanito de la duda lo carcoma, esto nos va a servir para mantenerlo interesado y pendiente de nosotras. Traducido en pocas palabras, que usar el ardid de la duda es un arma eficaz para preservar viva la llama de la relación.¿Qué nos lleva a querer mantener al otro en el vilo del suspenso? ¿De dónde sacamos la idea de que necesitamos enmascarar nuestros sentimientos para que el otro no pierda su interés? ¿No es la duda, precisamente, la que impide que un amor prospere? ¿Quién es capaz de entregarse cuando pone en duda el amor que el otro le profesa? ¿Es que nos sentimos tan poco valiosas que necesitamos recurrir a la manipulación para interesar al otro? ¿Maniobrar con nuestros sentimientos y con los de la pareja no termina provocando lo que menos deseamos? Porque caer en este juego puede explicar las razones que se esconden en el fin de muchas relaciones que arrancan maravillosamente y se descalabran un tiempo después.En sus comienzos, cualquier relación amorosa atraviesa por un período de mutua reserva, comprensible por la carga de incertidumbre que contiene, en el que ambos tantean el terreno en busca de pistas que señalen qué tanto interés pone el otro en el asunto. Si el amor es correspondido, no se escatiman detalles para descubrirse, conocerse y ganarse la confi anza de la pareja elegida. Se mueve el deseo de conseguir una relación sólida y genuina, que supere las contingencias naturales que han de surgir más adelante. Damos al traste con todo el empeño que al principio ponemos en dejar colar la duda, con el propósito de mantener el interés.En donde hay desconfi anza no puede haber entrega. Si no hay entrega no hay intimidad. Y sin intimidad no llegamos a conocer el verdadero amor. Necesitamos confiar en el amor que sentimos y en el amor que recibimos para permitirnos bajar las barreras iniciales que nos separan del otro.Si de juegos se trata, el de sembrar la duda es el más contraproducente.Lo más probable es que nos salga el tiro por la culata.