miércoles, 31 de agosto de 2011

Un mundo separado...

sábado, 13 de agosto de 2011

DOS MILLONES DE NIÑOS Y NIÑAS SIN NADA DE COMIDA



La peor sequía en 6 décadas provoca una catástrofe humanitaria en el cuerno de África.
Miles de familias se ven forzadas al éxodo y afrontan un HAMBRE y desamparo totales.
Según las ONGs, se trata de la peor y más terrible crisis humanitaria a escala mundial.
29.000 niñas y niños menores de 5 años han muerto de hambre desde el mes de mayo.

La historia reciente de Somalia puede ser contada como una sucesión de abandonos. Hace veinte años que el Estado desapareció, víctima de la insurrección contra la dictadura de Siad Barre. Posiblemente, la volatilización de la Administración, muy frágil en una región vinculada a la ancestral estructura tribal, fue la menor de las carencias sobrevenidas. Luego, las provincias septentrionales, mejor organizadas, rompieron vínculos con el centro y sur del país, más vulnerables. La ayuda humanitaria también cesó, acosada por las milicias que habían suplantado al poder formal, y la atención de los medios de comunicación se desplazó hacia las costas ante el fenómeno de los piratas, olvidando la tragedia que sucedía tierra adentro.

Pero la peor de las pérdidas provino del cielo. Las lluvias estacionales se volvieron más irregulares, un fenómeno que ya originó crisis graves en los noventa y que parece ligado al proceso de cambio climático. Hoy, la sequía amenaza la supervivencia de millones de personas en el país de las despedidas. Cada día, unos 3.000 somalíes cruzan sus fronteras buscando asilo en las repúblicas vecinas. Huyen del hambre, también de la violencia, o de ambas.

Kenia acaba de anunciar que abrirá un nuevo campo de acogida con 80.000 plazas. Su centro para refugiados de Dadaab, situado al noreste y con 400.000 residentes, es el mayor del mundo y se encuentra colapsado. Otros 30.000 recién llegados, menos afortunados si cabe, acampan en sus alrededores, esperando durante semanas a recibir el primer e insuficiente auxilio.

Atrás ya no queda nada. Los cultivos de sorgo, el sésamo y el maíz se arruinaron tras dos o tres años sin precipitaciones y se mató a los famélicos rebaños para alimentar con sus cadáveres a familias habitualmente extensas. (Una de las CONSECUENCIAS del hambre, es la superpoblación.) Después, no restaban medios ni para afrontar el elevado aumento de los precios de los alimentos básicos, hasta el 240% en el caso del cereal, ni el constante chantaje de milicias y señores de la guerra. La única posibilidad radicaba en huir. El destino pudo ser Mogadiscio, la capital y una de las escasas ventanas al socorro exterior, o los campos de refugiados ubicados al otro lado de las fronteras.

Alcanzar Etiopía o Kenia desde el centro y sur del país, las áreas más afectadas, exige caminar durante un promedio de doce días, de noche y a través del desierto, para evitar a los grupos armados que quieren retener o extorsionar a los que huyen. Los más débiles no superan el viaje, las infecciones y el cansancio. La mortalidad infantil se ha multiplicado por tres en los lugares de destino. La desnutrición severa afecta a la mitad de los menores que llegan a Dolo Ado, el primer punto abisinio de auxilio, y a más de la tercera parte de los que acceden a Dadaab.

La hambruna ha provocado una crisis humanitaria y curiosos cambios políticos. La extrema postración ha aplacado la habitual hostilidad de Al-Shabab hacia la presencia extranjera. La milicia islámica controla las áreas más afectadas y se ha mostrado dispuesta a tolerar la llegada de organizaciones humanitarias, incluso las no musulmanas. Estados Unidos, que la considera un aliado de Al-Qaida, también parece dispuesto a llegar a algún tipo de compromiso que facilite las operaciones de socorro. No obstante, prosiguen los combates entre el gobierno de transición y la guerrilla.

El drama no se circunscribe a este país, aunque sufra sus peores consecuencias, acentuadas por el conflicto bélico. La situación se repite casi miméticamente en Etiopía. Su región más oriental, conocida como Ogaden, también padece los desastrosos efectos de la falta de lluvias, y, asimismo, parece relegada por la atención mediática. De mayoría cultural somalí, fue otorgada a Addis Abeba en el arbitrario reparto colonial y, como ha ocurrido en Sudán, se ha visto asolada por insurrecciones reprimidas con dureza e, incluso, por el boicot gubernamental a las ONG. La escasez alcanza a una tercera parte de su población, repudiada a uno y otro lado de la frontera.

La penuria llega a Yibuti, el pequeño Estado ribereño del Mar Rojo, y al sur abarca el árido norte de Kenia. Las reticencias de su Gobierno a facilitar nuevas instalaciones humanitarias se explican por el temor al efecto llamada, que puede multiplicar la recepción de refugiados, y propagar la violencia, pero también a las dificultades para responder a sus propias necesidades. La sequía del área en torno al lago Turkana no resulta menos catastrófica. La nutrición de 670.000 niños depende de la asistencia a escuelas por el Programa Mundial de Alimentos. Frecuentemente, la falta de recursos empuja a la población nativa hacia los 'slums' o suburbios míseros que rodean Nairobi.

REFRERENCIA Y MAS...http://www.moon-museum.com/