sábado, 29 de noviembre de 2008

UMA


TANTO QUE APRENDER
Este curso, como todos, me he reencontrado con antiguos alumnos que siguen fieles al Yoga. También llegan nuevos que hacen posible que yo siga captando "adeptos" a mi causa. Cada curso empiezo con renovada ilusión. Y éste muy especialmente porque me propusieron algo realmente fascinante. Un gran reto a nivel profesional, y también a nivel personal: impartir Yoga a discapacitados físicos y psíquicos. Cuando me planteé que todos mis alumnos estarían en silla de ruedas... se me hizo extraño. Pero ví claro que esas personas no necesitaban ejercicio físico (ya tienen un montón de fisoterapeutas y rehabilitadores que velan por su salud física). A ellos podría ayudarles más toda esa parte filosófica del Yoga: el pensamiento positivo, las visualizaciones, el control de la mente. En teoría parecía relativamente fácil. Yo nunca había trabajado con discapacitados, nunca había tratado intimamente con discapacitados. Fuí unos días antes de empezar las clases para conocer a mis futuros alumnos, sus limitaciones, algunos incluso con dificultad para hablar; otro que no hace nada, sólo mueve los ojos, pero le llevan a todos los talleres que se hacen porque le sienta bien estar con gente y oir voces... eso dicen los especialistas. Me encontré en un mundo distinto. Y creo incluso que es una torpeza intentar tratarlos como iguales, porque no lo son y ellos mismos lo tienen muy claro. No aceptan la lástima. Les gusta que les traten con naturalidad y respeto, pero no como a iguales. El primer día de taller salí llorando. Contaba con su discapacidad física, pero no imaginaba lo rotos que están por dentro. Tuve que cambiar el planteamiento de las clases y mi propio planteamiento. Ahora llevamos un mes y me siento la mujer más feliz del mundo. No sé si les estaré ayudando, creo que sí porque cada día vienen a la clase y animan a otros a que vengan. Pero sé lo que me están ayudando ellos. Me dan objetividad para valorar lo que tengo, cada pequeño detalle, la gente que me rodea, las oportunidades que me da la vida. Me dan valor para enfrentarme a lo que sea. Me dan alegría por tener la vida que tengo. Me dan muchísimo cariño. Les admiro por el corage que demuestran cada día, en cada momento. Viven en una silla de ruedas, por algún desgraciado accidente, por alguna enfermedad fatal... por lo que sea. Sólo han tenido una opción en la vida, una opción muy difícil, pero la han cogido por los cuernos y han salido adelante, dando un ejemplo enorme a los que disponemos de nuestras piernas, de nuestra voz, de nuestras manos. Ojala yo les esté dando y enseñando la cuarta parte de lo que ellos me dan a mi cada día. De verdad, no hay palabras, sólo mucha emoción. Tanto, tanto que aprender...
Muchos besos. Om Shanti.