viernes, 7 de agosto de 2009

PSICOLOGIA DE LA PAZ



La paz es un estado interior.

El estado actual del mundo es debido a los malos pensamientos de los hombres, a su estado emocional y mental desequilibrado que le lleva a vivir en total desarmonía con él mismo y su mundo. Por tanto, el estado en el que se encuentra la humanidad no es más que el reflejo de lo hay en el interior de cada individuo que la forma.


La paz mundial no depende de un determinado partido político o gobierno, de ninguna institución social, ni tan siquiera de las diferentes asociaciones que la preconizan. No es patrimonio de un país ni de una religión.

Es algo mucho más profundo y en lo que está comprometido todo ser humano que habita el planeta. Pues, sólo habrá paz mundial cuando exista paz individual; paz en el corazón de cada individuo sin distinción, y, esto es la más noble tarea a la que cada ser humano se debe sentir comprometido.


¿Qué mayor y altruista labor que la conseguir cada quien su propia paz interior, que la de conquistarse a sí mismo y aportar su paz al mundo? ¿Qué mayor deber y responsabilidad que contribuir al bien común más sagrado y universalista: la paz interior para alcanzar la paz mundial? Ningún tesoro mayor que la paz interior. Quien lo posee es el ser más rico del planeta y lo tiene todo; quien carece de ella nada tiene. Busquemos la paz en nuestro interior, no en el exterior, ni en palabras bonitas escritas en pancartas o en celebraciones en su nombre. No olvidemos esta gran verdad: “La paz al igual que la salud y la felicidad dependen de estar en armonía con nosotros mismos”.

No Hay otro modo.


Debemos reflexionar sobre lo que nos estamos haciendo a nosotros, a los demás y al mundo. Personalmente, cada día se me hace difícil comprender al ser humano. Pues, no comprendo como a los que decimos que más queremos es a los que más daño les hacemos o nos hacen.

No entiendo como por encima de todo, somos nosotros mismos quienes más daño nos hacemos.


Tampoco entiendo como seguimos destruyendo la Tierra, sabiendo que es el único hogar que tenemos, en el que hemos nacido, en el que vivimos, y el algún día dejaremos de herencia a nuestros hijos. No entiendo como contaminamos el agua que bebemos, la tierra que nos da el alimento, el aire que respiramos o, por qué destruimos los bosques, las selvas, los ríos o los mares; y mucho menos, porque hacemos desaparecer cientos de especies de seres vivos como las plantas o los animales que tienen más derecho a estar aquí que nosotros, pues llevan mucho más tiempo sobre la faz del planeta. No entiendo porque ese afán de diferenciar al hombre por su color de piel, creencias, sexo o país de nacimiento; porque se divide el planeta en fronteras, banderas o calificaciones como las del “Tercer mundo u oriente y occidente”, cuando sobre el espacio sideral solo flota un único planeta, un mismo hogar: La Tierra.


No entiendo por qué se deja morir a un ser humano, al no disponer de dinero para ser operado; cómo se puede comercializar con órganos humanos o con todo tipo de drogas que destruyen a los jóvenes; por qué ese afán de codicia que lleva a levantar grandes negocios con la enfermedad o la guerra. No entiendo lo poco que se valora la vida humana e incluso la del mundo vegetal y animal que son seres vivos como nosotros. Es obvio comprender que, si queremos mejorar el mundo en que vivimos, debemos reeducar a la humanidad; debemos reeducar al educador y a cada ser humano del planeta.


Desde hace años hice mía la sabia máxima de Pitágoras: “Sólo si educáis a los niños no tendréis que castigar a los hombres”. Creo firmemente, que en gran parte, el mejoramiento de la humanidad depende en mucho de los niños de hoy, y de sus educadores (profesores, padres…), pues ellos son el futuro y la nueva humanidad. Sin embargo, veo a los niños y jóvenes y observo el aumento masivo de angustia, ansiedad, insomnio, tensión y desasosiego en el que viven y que poco se hace por erradicarlo.


Poco tiempo para jugar y demasiadas exigencias, obligaciones, responsabilidades y obligaciones escolares, sumado a las excesivas actividades extraescolares, que les dejan poco margen para ser ellos mismos y crecer por dentro. Nos hemos olvidado que una cosa es enseñar y otra educar. Hemos olvidado de trasmitirles valores éticos y morales y los principios espirituales que precisan para crecer y desarrollarse armónicamente. Ni tan siquiera les enseñamos a respirar, a comer sanamente, a realizar un ejercicio integral (pues el de la educación física escolar me parece pésimo además de no tener en cuenta las capacidades individuales de cada escolar), y a conocer el poder latente en su cerebro, en sus mentes, en sus almas, con el que no sólo tendrían la capacidad de regenerarse a sí mismos sino de contribuir al mejoramiento global del mundo que heredaron.


Es imprescindible el rescate de una enseñanza moral y espiritual para que los niños de hoy se conviertan en los hombres nobles y honestos del mañana. Me pregunto en que materia educativa se les habla de la paz, de la salud, de la amistad, del compartir, del amor, del respeto, de su realidad interna o divina, del sentido trascendente de sus vidas y, sobre todo, de la responsabilidad que tienen como seres y del poder que ejercen en su vida y en la de los demás sus pensamientos.


Tal vez, el futuro del cambio esté en los niños, pero los veo crecer con miedo, falta de afectividad, baja autoestima, agresividad y tal vacío interior, que pareciera que más bien se les está formando para seguir los mismos erróneos pasos que nosotros venimos dando. ¿Por qué no se les educa para la paz?... ¿Por qué las lecturas, películas y juguetes creados para ellos no enseñan la paz y si la violencia...? Quién sabe, si los constantes cataclismos que asolan al mundo últimamente, determinadas enfermedades víricas y otras calamidades, no son más que la voz de la Madre Tierra advirtiéndonos que frenemos de una vez nuestro afán destructivo de la vida del planeta y sus seres, para que aprendamos a vivir en fraternal armonía. Tal es mi deseo y el de las personas que “trabajan por la paz”, pero ello es labor individual, es labor y responsabilidad de todos y cada uno de los seres que poblamos la Tierra.


Se precisan todas las manos y todos los corazones, sólo así dejemos de celebrar el Día Mundial de la Paz y podamos celebrar el día en el que la humanidad logró aprender a vivir en paz y hermandad con todos los seres, convirtiendo a este hermoso planeta en un mundo donde el amor, la paz y la fraternidad sea la tónica natural de la convivencia de todos sus habitantes y el respeto y convivencia armónica con las Leyes Divinas que rigen la vida. Debemos entender que todos los seres humanos somos hijos de los mismos padres, de la Madre Tierra y del cosmos; que sólo debe haber una nación, la Tierra; una raza, la del hombre y una religión, la del Amor cósmico, sino lo entendemos así y no trabajamos individual y colectivamente entre todos, tal vez nuestro hermoso mundo esté condenado a desaparecer por obra de los mayores enemigos del hombre: su ignorancia, su egoísmo y su estupidez.


Existen medios sencillos de contribuir a nuestra propia paz, a nuestro bienestar y armonía y con ello al mejoramiento del mundo. Prácticas naturales como la relajación, la meditación, el yoga o una actitud mental positiva en todos los campos, aportaran la necesaria serenidad mental y paz interior, haciendo surgir los valores espirituales que todo ser posee en su interior. Cuando aprendamos a amarnos amaremos a otros; cuando dediquemos tiempo a mejorarnos a nosotros mismos estaremos contribuyendo a mejorar nuestro mundo y hacer de este mundo un lugar donde todos poder vivir en paz y en mutua hermandad.


El ser humano camina hacia una época maravillosa, una Nueva Era de Oro que habrá de llevarle a conocer las maravillas que siempre estuvieron latentes en su interior; aprenderemos a utilizar positivamente los grandes recursos y poderes de nuestros cerebros y mentes e, incluso redescubriremos los secretos ocultos en nuestro planeta. Todo ello, no sólo habrá de llevar al hombre a convivir en paz con todos los seres del planeta, sino también con otras humanidades de mundos vecinos porque lo entendais o no, los tiempos de cambio están próximos a cumplirse y la Tierra va a vivir su iniciación con el hombre o sin él. Sri Sivananda dijo: “Cuando tantos mueren por la guerra que importa que alguien muera por la paz”… Recuerdad, SOLO HABRA PAZ MUNDIAL CUANDO HAYA PAZ INDIVIDUAL.


Como el padre de la medicina occidental dejo dicho: “La salud es vivir en armonía con uno mismo”; a lo que yo añado también la paz y la felicidad. Todo depende de aprender a vivir en paz con nosotros mismos, porque irradiamos lo que llevamos en nuestro interior.

Trabajemos todos por la paz, ¿qué mejor herencia para nuestros hijos y nietos? ¿Por qué no empeñarnos todos y cada uno en conquistar tan noble meta...?


¿Existe alguna meta más loable que la de dedicar tiempo de vida a contribuir a tu cambio positivo y al del mundo?... Si queremos paz en el mundo, en nuestro país, en nuestra sociedad circundante o en nuestro hogar ¿por qué no comenzar por uno mismo?


“No hay caminos para paz, la paz es el camino” - Gandhi